Albelda - Clavijo - Ruinas del Monasterio de San Prudencio

Albelda
Albelda es un pueblo que cuenta con mucha historia. Situada en un enclave crucial en la reconquista nos recibe en su entrada con dos edificios modernos de gran influencia en su reciente historia: la fábrica de embutidos Palacios y la antigua Universidad de los Escolapios. Desde la fuente que se encuentra en el exterior de este edificio comenzamos nuestra ruta.

Subimos a La Peña, gran roca que preside el pueblo con cierta majestuosidad. En el siglo X albergó un monasterio. Observamos los restos que los numerosos desplomes nos han dejado hasta hoy. Se nos hace duro imaginar que mucha gente durmió en los agujeros excavados en la roca; desde la época romana, pasando por los musulmanes y hasta monjes que rezaban en el monasterio. Qué condiciones más duras. Intentamos descubrir la función que cumplían los numerosos “nidos” –hoy cobijo para muchas palomas- que allí esculpieron ¿Antiguos relicarios? Nos cuentan que se barajan distintas opciones, ninguna concreta.

Un agujero con forma y espacio para una figura religiosa nos insinúa que allí podría estar ubicada alguna de las antiguas capillas de monasterio.

Sabemos –por un cartel que hay allí- que el único recinto del anterior monasterio que se conserva, excavado en roca, es “La Panera”. Debido a muchos y diversos usos y motivos hoy se encuentra deteriorada. Es el exponente principal en el mercado medieval.

Palazuelos.
Siguiendo las amables indicaciones de un anciano del pueblo tomamos camino hacia la ermita de Santa Fé de Palazuelos donde antes existió un poblado extinguido por la peste.

Serán cerca de una hora por un camino agrario, asfaltado. Es el camino a Clavijo; lo único que cuando llegamos a una intersección de 4 caminos (los de los laterales sin asfaltar) deberemos coger el segundo comenzando por la izquierda (el que baja un poquito).

Antes de llegar a la intersección tenemos dos gratas sorpresas. La primera de ellas es el color de los viñedos. Nos ha salido un día soleado y las hojas, color rojo en muchos casos, nos muestran un paisaje de reflejos inolvidable. Como ya ha pasado la vendimia y todavía quedan uvas, “robamos” un par de racimos para comer después en el almuerzo.

La segunda de ellas es un conjunto de buitres, más de 30. Unos planeando en busca de alimento, otros tomando el sol como si fuera verano. Lástima que en la fotografía no se aprecia la cercanía y la grandiosidad de estas aves carroñeras. Un espectáculo.

La ermita de Santa Fe, románica, es el único resto de un poblado fundado por pastores hacia el S. X y cuya leyenda conoceremos más adelante.

Clavijo

Volvemos al camino que habíamos abandonado para coger en esta ocasión en la intersección el tercer camino, también asfaltado. La carretera empieza a “picar” un poco más hacia arriba.

Tras unas curvas divisamos el Castillo de Clavijo, con el monte Laturce a su espalda. Impresionante; inexpugnable.

Llegamos cansados a Clavijo. Es hora de almorzar. En el “Mirador del Valle”, donde nos quedamos boquiabiertos contemplando la vista espectacular que nos regala. Desde el monte Toloño, hasta Villamediana. Nos ayudamos del panel que hay en el suelo para identificar todos los rincones. Casi toda la geografía del Rioja de un solo vistazo.

Una vez en el castillo entendemos perfectamente el por qué de la ubicación del mismo. La gran cruz que domina una de sus torres nos despierta la imaginación.

Tiempo para la leyenda. El rey Ramiro I, harto de pagar tributos a Abderramán II, en especial el de las Cien doncellas, se reveló. Su ejército se vio rodeado por numerosísimas tropas musulmanas por lo que se refugió en el cerro de Clavijo. Condenado a morir en combate salvo milagro. Y este ocurrió. Santiago Apóstol se le apareció en sueños para indicarle que debía luchar, que él mismo les ayudaría en la batalla sobre un corcel blanco y les llevaría a la victoria. Y así fue. Al día siguiente, el 23 de mayo del año 844, vencieron a los moros en una gran batalla.

¿Realidad o ficción? Sea como fuere desde entonces a Santiago se le denominó y representó en muchos lugares como Santiago “Matamoros”. Para muchos se trató de una invención del obispo de la época para “igualar” la motivación de los cristianos a los de los musulmanes que luchaban en su guerra santa y que al morir tendrían la recompensa del paraíso.

Monasterio de San Prudencio.
Caminamos por las calles del pueblo hacia el Monte Laturce. Divisamos la ermita de Santiago, construida sobre una anterior mandada construir por Ramiro I. Un poco más arriba, una cruz. La importancia de este enclave en la historia de La Rioja es vital. Como ejemplo sirva el hecho que una vez aprobada la bandera de la comunidad en referéndum, ésta hondeó en la cima del monte.

De la carretera sale un estrecho camino que nos llevará al monasterio en ruinas. Está indicado por un cartel.

Es una senda estrecha -con bastante pendiente en su inicio- que discurre por un paisaje donde los ruidos de este siglo desaparecen. Lejos de la civilización, dueños del tiempo y a la vez partícipes de la historia. Podemos imaginar a los jinetes, escuchar el eco de las espadas en combate.

Debemos ir en fila india. Ha llovido recientemente, no ha sido un verano muy caluroso y eso hace que el camino esté lleno de arbusto, árboles y vegetación que llena de contrastes nuestro paseo.

En unos 20 min. comenzamos a divisar las ruinas del monasterio, cuya historia es de lo más curiosa. No divisamos señales de modernidad salvo un tramo de carretera a unos cuantos kilómetros, hemos descendido una garganta por una senda poco transitable ¿Cómo es posible que en un lugar tan inhóspito pudiera establecerse un monasterio?

Al morir San Prudencio y siguiendo sus propias instrucciones le colocaron encima de un mulo de tal manera que donde parara, allí deberían enterrarlo. Según San Prudencio “Jesucristo sabía donde debía ser enterrado”. Fue en la entrada de una cueva, según se cree la primera donde vivió Prudencio como anacoreta. Allí sus seguidores se organizaron en comunidad monástica. Sus reliquias junto con la de otros santos se guardaron allí.

De la antigua construcción (S. X) no podemos observar nada pero sí que lo podemos hacer de las iglesias posteriores (S.XII y XVII) y del monasterio que debió ser abandonado con la desamortización de Mendizábal en el S. XIX.

Recorremos -como lo hicieron ladrones y cazatesoros- las ruinas en busca de algo histórico, de un recuerdo. Con cuidado, ya que el terreno no es de lo más estable que hemos pisado. Sin darnos cuenta hemos pasado más de media hora recorriendo lo que el tiempo ha dejado de sus dependencias.
Tomamos el camino de vuelta recordando que todo lo que hemos bajado ahora nos toca subir. Despacito y buena letra.

Ruta elaborada por José Manuel Calleja, de Eventos de Cata. http://www.paseosdivinos.com/

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