Anguciana - Haro - Ermita de San Felices

Anguciana

Nuestra ruta de hoy comienza en la plaza del Ayuntamiento de Anguciana, un pueblo no muy grande situado cerca de Haro y Casalarreina. Nos dirigimos hacia la iglesia. Desde ésta sale un camino que nos va a llevar poco a poco hacia el río. Vamos dejando atrás el pueblo y las vistas nos enseñan a un Toloño imponente dominando la región.

Choperas y presa


No vamos a tardar mucho en encontrarnos con la primera chopera. Nos metemos dentro de ella y comenzamos a sentir que formamos parte de la naturaleza. Si todo el mundo fuera capaz de comprender, entender y disfrutar la diversidad y la belleza de estos parajes, nadie llenaría los suelos de latas, plásticos y residuos varios que contaminan el ambiente y limitan la esperanza de vida de este planeta que nos cobija.

Hecha la denuncia, sigamos con el paseo. A la vera del río Tirón un pequeño sendero nos va llevando -al igual que el río lleva el agua- hacia su desembocadura. No nos apartaremos de él hasta llegar a Haro.

Escondidos entre los matorrales encontramos puestos de caza que camuflan al cazador de su presa. Tengo entendido que hoy en día cazar en esta zona es un deporte en el que el almuerzo se convierte casi en la única recompensa del deportista. También hay carteles de coto de pesca.

Hemos elegido un mal día. Ha llovido mucho y cuando salimos de la chopera para meternos en una viña, se pisa con bastante dificultad.

Un poco más adelante el río se abre ante nosotros mostrándonos cascadas y un bello paraje donde poder disfrutar no sólo del paisaje si no del sonido. Sentados en frente de la presa de Arrauri podemos dedicarnos un tiempo a nosotros mismos.

Llegando a Haro

Estamos cerca del puente que pasa por debajo de la autopista. Autopista que un kilómetro a la derecha cierra el paso a la “vía verde” que discurre por el antiguo paso del ferrocarril. Cuando salven ese escollo tendremos otra bonita ruta que realizar.

Es una zona descuidada, llena de basura y hierbas altas desde la que se abre una pequeña senda que nos lleva directos al área recreativa del Viano. Un lugar con mesas y barbacoas, zonas de remojo y árboles para escondernos del calor en los días de verano.

Seguimos el cauce del río y nos encontramos con “la Península”. Una mesa con forma de Península Ibérica, curiosa cuando menos. La senda que hemos cogido es mucho más bonita y está más limpia que la anterior. Sin darnos cuenta y absorbidos por la naturaleza vamos a llegar a un pequeño paso sobre un caudal de agua que nos llevará, por la fuente de la salud, a Haro.

Hubiéramos preferido seguir por el cauce del río pero el camino, debido a las lluvias, se encuentra sin paso un poquito más adelante. Ya en “camino oficial” y dentro del pueblo nos dirigimos hacia el barrio de las bodegas.

Bodegas Bilbaínas

El barrio de las bodegas representa la mayor concentración de bodegas centenarias. Entre todas ellas hemos elegido visitar Bodegas Bilbaínas, muy cerca de la actual estación de tren y de la desembocadura del río Tirón en el río Ebro.

En esta bodega respiramos historia. Una historia que tiene un origen muy curioso. A finales del siglo XIX, en Francia, la filoxera arrasó todo el viñedo. Este hecho provocó que los franceses buscaran una zona que tuviera las condiciones óptimas para poder abastecer de vino al país. No dudaron en venir a La Rioja y enseñar a la gente que allí cultivaba el vino, sus métodos.

De esta manera nacieron varias de las bodegas centenarias de Haro, grandes empresas que han unido a su tradición, los métodos de elaboración modernos que les hace estar en vanguardia en cuanto a elaboración, calidad y técnicas de venta.

Este es el caso de bodegas bilbaínas. De la mano de José Luis y Mabel recorreremos la parte antigua y la parte moderna. Impresionantes sus pasillos subterráneos. Antes, habremos asistido en primera línea de viñedo, a una clase magistral sobre el cuidado y cría de este bien tan preciado: la vid.

Como dato curioso comentar que en estas bodegas se elabora uno de los cavas más demandados, el Royal Carlton.

Riscos de Bilibio

Degustado nuestro aperitivo y con un poco de calor en el cuerpo gracias al vino –muy rico, por cierto- salimos del barrio de las bodegas para coger la carretera que nos lleva a la ermita de San Felices. Son 6 km. entre viñedos con los riscos del Bilibio de fondo.

Los Riscos de Bilibio pertenecen a los Montes Obarenes. Su importancia estratégica era tal que los romanos construyeron allí el llamado Castellum Bilibium del que se conserva una de sus murallas. Bilibium quiere decir “dos labios”, posiblemente en referencia al paisaje que dibujan dos rocas gigantes a ambos lados del río Ebro. Para verlos deberemos subir a la ermita.

La ermita está dedicada a San Felices, patrón de Haro –y Viana, en Navarra- quien vivió en estos riscos como anacoreta entre los siglos V y VI. No sólo fue un gran hombre y santo milagrero si no que fue el profesor de San Millán de la Cogolla. La ermita que hoy vemos y su estatua –visible desde muy lejos por la noche- no es el primer templo dedicado al santo allí instalado. Uno anterior al actual fue destruido por los musulmanes en el año 714.


A la vera de la cima y a ambos lados existieron dos poblaciones de las que ahora no quedan restaos: San Felices hacia Miranda y Bilibio hacia Haro.
La batalla del vino

Hablar de este lugar y no mentar la batalla del vino constituye casi un pecado. La batalla del vino es una fiesta declarada de interés turístico nacional. No es extraño ver imágenes de ella todos los años en casi todas las cadenas de televisión nacionales.

La batalla se dice que tiene su origen en una disputa entre Haro y Miranda de Ebro por la posesión del enclave. La verdad que esta disputa sí existió aunque no derivó directamente en la batalla. Ésta es muy posterior a la misma.

Se celebra el día 29 de junio y comienza muy temprano (antes de las 7 de la mañana). La gente sube de blanco y después de una guerrilla sin cuartel, de todos contra todos, vuelve morada (en muchos casos en ambos sentidos). Todo vale para lanzar el vino: baldes, sulfatadoras, botellas, botas,… Son más de 30.000 litros de vino los que sirven de munición.

Un dato curioso es que en ese lugar, ese día, el que manda de la corporación local no es el alcalde. Es el regidor síndico, quien coloca un pendón de la ciudad en lo más alto del risco. Esta tradición sí que proviene de la antigua disputa.

Al igual que la gente hace al terminar la batalla, nosotros almorzamos al amparo de las rocas allí mismo en una de las mesas preparadas para tal efecto. Un buen paseo.

Más info: info@paseosdivinos.com ; www.paseosdivinos.com

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