Labastida- Salinillas de Budarón (12 km)

Labastida
Labastida es un municipio ubicado en La Rioja Alavesa. Cuenta con dos poblaciones: Labastida y Salinillas de Budarón, que forma concejo dentro del municipio.

Vamos a unir estas localidades a través de una ruta que nos va a descubrir retazos de historia y mostrar sus excelencias vitivinícolas.

Empezamos nuestra excursión en Labastida, una hermosa villa ubicada a las faldas del monte Toloño y casi a orillas del Ebro. Antiguamente dominada por un gran castillo, cuenta con innumerables encantos arquitectónicos y naturales que convierten el enclave en referencia obligada para el punto de inicio de inolvidables recorridos.


Los Lagares
Tomamos la carretera que lleva dirección a Rivas de Tereso. Lo primero que nos llama la atención es el color de los viñedos. Estamos en otoño y el paisaje nos dibuja una obra de arte sin igual. El paisaje es mágico, perfecto: la influencia mágica del Toloño, las distintas variedades de uva, la lluvia…

En unos 15 min. nos encontramos un cartel que nos indica que muy cerquita podemos descubrir distintos lagares rupestres: visitamos los de Marrate y San Cristóbal. Excavados en roca entre los siglos IX y XIII se consideran el mejor reflejo de las gentes que habitaron el municipio durante la época en la que la Reconquista se estaba llevando a cabo en la Península Ibérica.

Los lagares son las pruebas arqueológicas y e históricamente documentadas más antiguas acerca de la elaboración del vino en La Rioja Alavesa. Ubicados junto al viñedo y excavados en enclaves rocosos, generalmente en altura, servían como lugar para el pisado de la uva y obtención del primer mosto. Cuentan con una pileta (artificial o natural) donde se depositaba y pisaba la uva; un canal por el que el mosto circulaba; y un torco donde llegaba el líquido. Éste podía ser cerrado o abierto, en cuyo caso se precisaba de un recipiente adicional para el almacenamiento del mismo.

En la zona se pueden observar otros lagares más complejos (como los de Montebuena) que contaban además con prensa mecánica.

En ese lugar podemos imaginar el trabajo de aquellos agricultores, que seguían un modelo demográfico muy distinto al que se establecería a partir del S. XIII. Asentados en pequeñas aldeas, todas ellas dispersas, dependían de señores feudales y grandes monasterios a quienes debían rendir tributo. Era una zona especializada en la elaboración de vino y principal surtidor del, por entonces, “poderoso” Monasterio de San Millán de la Cogolla, tal como se recoge en sus famosos Cartularios.

Remelluri
Seguimos 20 min. por uno de los caminos parcelarios para llegar a los dominios de las Bodegas Remelluri. Allí nos detenemos en primer lugar en la Necrópolis del S. X: más de 300 tumbas, excavadas también en roca, que pertenecían al poblado de Remelluri, una de las tantas aldeas dispersas de las que hemos hablado anteriormente. Realmente impresionante. Junto a las tumbas, otro lagar similar a los anteriores.

Antes de llegar a la bodega podemos observar la ermita de Santa Sabina, lugar que guardaba la Virgen de Remelluri y otro de los restos de la época medieval que se conserva. Actualmente la ermita pertenece a la bodega por lo que el acceso al mismo es bastante restringido.

Sentimos formar parte de esa historia. Hemos visto su método de trabajo, el lugar donde se hacían enterrar y el lugar donde rezaban. Otras costumbres, otros tiempos.

Se sabe que esta región está poblada desde hace mucho tiempo. Se han encontrado restos que datan de la Edad de Bronce y restos de enterramientos de la época romana. Fueron los romanos precisamente quienes introdujeron la cultura del vino a sus habitantes; cultura que sufrió un revés en la época de la conquista musulmana y que volvería a resurgir en el siglo IX.

La bodega está asentada sobre lo que en el S. XIV fue un monasterio jerónimo y que pese a sufrir cambios de propiedad, guerras e incendios ha sabido mantener y trasmitir un método de elaboración que asegura gran calidad en sus caldos.

Nos cuentan que todavía les quedan 2.000 km de uva que vendimiar; es el último día de vendimia bajo un aguacero que dificulta mucho la labor. En su museo podremos admirar pruebas documentales de la historia; pasado, presente y futuro de una gran región, de una gran bodega.

No nos vamos de allí sin degustar uno de sus famosos vinos cortesía de la casa. Quedamos para la siguiente ocasión en la que acudiremos para comer uno de sus fantásticos menús que previa reserva –es necesaria sobre todo si se quiere ir un sábado- podemos disfrutar en buena compañía.

San Ginés
Abandonamos los dominios de la bodega dirigiéndonos hacia la pared que resguarda los viñedos, hacia San Ginés, que se encuentra a tan sólo 20 min. de la bodega.

San Ginés es un parque natural donde poder tomarnos un descanso antes de acometer la segunda parte del viaje. Se trata de un lugar ideal donde poder asar unas chuletillas, un choricito o simplemente comer un bocadillo en buena compañía. Es casi un pecado no degustar un buen vino de la tierra; pero para gustos están los colores.

La ermita de San Ginés guarda las imágenes de San Ginés, San Lorenzo y San Juan, protectores de las cosechas, de los pobres, del campo y de las aguas. Todos los años se celebra una romería.

Tabuérniga
Después de reponer fuerzas nos dirigimos hacia Tabuérniga cogiendo un camino ancho que sale desde San Ginés. Seguimos la pista durante unos 25 min. y llegamos al “Tres en Raya” un lugar donde confluyen 3 caminos. Desde allí tomamos el camino de la derecha para llegar en otros 25 min. subiendo una pendiente no muy dura, a los restos de Tabuérniga.

Hoy en día sólo podemos observar “La Casa del Moro” pero anteriormente fue una aldea que llegó a contar con Iglesia y Castillo. Era uno de esos poblados dispersos, que posteriormente sería absorbido por Labastida. Su origen dataría desde la época prerromana y se cree que debió tener gran importancia en la época de la reconquista. Su principal fuente de ingresos era la de la cría de ganado.

De la Casa del Moro surge una de las leyendas más curiosas que conocemos. Se dice que en la casa vivía un moro con tres hijas. Las hijas se enamoraron de tres cristianos por lo que decidieron escaparse ante la negativa de su padre a permitir la relación. Lo hicieron una a una para no despertar al progenitor. El padre, al darse cuenta de que se habían escapado les echó una maldición para convertirlas en roca. Por ello, desde la casa del moro podemos observar tres grandes rocas que se corresponden con cada una de las hijas convertidas en piedra en el lugar donde se encontraban al darse cuenta el padre de la traición.

Salinillas
Un poco más adelante (5 min.) llegamos a un alto, el final de una garganta, donde confluyen 3 caminos. A derecha e izquierda subimos a los montes. Siguiendo recto descendemos hacia Salinillas. Una pista muy bella y cómoda que en unos 50 min. nos llevará hasta el concejo.

La población, amurallada, nos recibe con un gran arco que da paso a sus palacios y casas blasonadas.

Hemos disfrutado de la naturaleza, nos hemos confundido con los colores de los viñedos, hemos vivido la historia, hemos visto una de las mejores bodegas, admirado sus “riquezas” y degustado sus vinos. Y después de un buen almuerzo hemos perdido la noción del tiempo para llegar a un lugar donde sus murallas nos cobijan el sueño de pertenecer a esta tierra, de vivir sus momentos.

Redactado por José Manuel Calleja. Más información:
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